Las Religiones del Odio
Saturday, March 27, 2010
Las teorías, para demostrar su validez práctica, han de ser usadas, con visión amplia, sin pretensiones de exclusividad. Somos reflejos de nuestras imágenes especulares, irreales. El proceso histórico es el que demuestra a dónde llevan y de dónde vienen. El gobierno de los EE.UU. está poniendo ahora en práctica, con teorías opuestas, la misma política de expansión forzada que usó la antigua Unión Soviética, en su ambición de dominio mundial. La utilización de Marx, o Cristo y sus teorías, reconvertidas durante siglos, han llevado a la conclusión de que se quedaron antiguas, obsoletas. Sus conceptos sobre las interrelaciones del capital y el trabajo son, hoy en día, irreales, por extremas, en su simplificación enrevesada. Esas deducciones, en la actualidad, más que sacadas de la lógica, parecen movidas por la fe, constituyendo irreales dogmas materialistas. Se presentan, casi siempre, forzadas en una sola dirección. Tratan de demostrar, continuamente, que los pobres son buenos y los ricos malos. Al final, no queda rigor científico, sino adoctrinamiento.
En el campo contrario, los americanos tratan de imponernos su neoliberalismo, que, bajo la capa de libertad y libre competencia, vende globos vacíos: la falsa teoría de la sociedad opulenta, todos ricos.
No hay libre albedrío sin libertad previa, ni libre competencia sin una fuerte base económica y una cohesión social bien arraigada.
De ambas teorías se pueden aprovechar algunos principios, ciertos esquemas, pero su visión total de la sociedad no es válida. La sociedad no es única, sino diversa. Tanto como los individuos que la forman y componen. La unidad social, aparte de ser una conjetura que deforma la realidad, supone que sus esquemas básicos siguen estando anclados en el pasado. Cuando la realidad está basada en un seísmo constante, la vida. Suponer quietud en el ritmo social, es una labor que ha sido útil a la humanidad, indudablemente, pero es irreal. En ambas visiones de la sociedad sobran conceptos basados en el rencor entre supuestas clases. Nada más irreal. Tales deducciones, por ambas partes, han servido de base a una especie de religión del odio: Todo lo que venga del otro campo es erróneo, y ha de ser destruido.
Por ello, las grandes potencias actuales, en vez de construir solidaridad social en su propio país y en los que tratan de dominar, parecen empeñadas en invertir todo su inmenso capital y potencial científico en construir el máximo número de armas, con la mayor potencia destructiva posible, imponiendo con ellas su teoría de la libertad con cadenas, que aten a todos los pueblos de la tierra a la economía centralizada en sus países respectivos.
Esos enormes capitales, invertidos en instalaciones e investigaciones militares, podrían dedicarse a una verdadera revolución económica mundial. Basada en la divulgación indiscriminada del conocimiento científico universal. En vez de eso, envían alimentos, usando las cloacas de la corrupción como medio de transporte. Lo que sirve, primordialmente, para engordar aún más a las ratas políticas, que actúan, indefectiblemente, desde sus respectivos centros políticos, con pretensiones de validación mundial.