La muerte sigue…
Tuesday, October 27, 2009
Parece como si, democracia e islamismo, se repeliesen, por incompatibles. Tras las guerras, quedan los mismos tiranos, O sus primos hermanos. Déspotas heredan a sátrapas. Las monarquías teocráticas, del signo que sean, cruz, media luna, o sol naciente, no son el mejor campo de cultivo para la democracia. Está visto que, entre ellos, quien tenga el cuchillo más largo, corta más cabezas. En nombre de Dios, por supuesto. Del dios de cada uno.
Es comprensible que eso pase donde hay mucho que repartir. En los campos petrolíferos, por ejemplo. La avaricia no tiene fronteras. Pero, que suceda en países donde lo único a repartir sean desiertos sin fin, parece un enroscamiento de la mente. Virada al interior más profundo, donde sólo puede ver sus propias entrañas. Machismo y teocracia juntos, no parecen producir hijos pacíficos. La paz nunca es perfecta, pero, el estado de guerra constante, lo es aún menos. ¿Qué herencia cultural van a dejar las civilizaciones mahometanas actuales a sus descendientes? La civilización de la guerra constante no produce más que ruinas. Culturales y humanas. Los países cristianos, o los representantes más directos de la doctrina mosaica, los hebreos, tampoco parecen poder dar ejemplo de tolerancia humanista. Ni de amor al prójimo, a toda la Humanidad, que es una sola. No sólo a sus hermanos de fe. Las doctrinas, que fueron creadas para unir, usan sus límites para separar. No crean puentes, sino muros y fronteras. Que pretenden expandir y reforzar. Los dogmas, más que unir, enfrentan. A pocos, los escogidos, contra muchos, los excluidos. La más sutil diferencia de opinión excluye a los discrepantes, como sectarios. Es el poder de la cúpula, la pirámide perfecta.
Cuando poder religioso y político se identifican como una sola fuerza, el resultado, inevitable, es una tiranía, donde sólo los dogmáticos ortodoxos pueden vivir. ¿Cuántos miles de batallas se han librado entre hermanos de la misma fe, separados por sutilezas nimias? Los dogmas crean fronteras, esclavizando las mentes de quienes permanecen en su interior. Formando parte del imperio de la vacuidad mental.
Para progresar intelectualmente, es imprescindible gozar de libertad intelectual. Desde el dogma, lo único que puede producirse es la intromisión en la vacuidad de los tiempos pasados. La creatividad queda excluida.
En las dictaduras dogmáticas, de las que conocemos alguna, ¡Qué cerca están el Vaticano y el Quirinal! quien se niega a paralizar su mente, muere, o queda anulado socialmente. La creatividad es la antítesis de lo dogmático. La prohibición de ser creativo es la muerte de la mente. Para sobrevivir, hay que reinventarse cada día, salir de la parálisis intelectual y correr riesgos de equivocarse. Alguna verdad relevante podremos encontrar por el camino. Lo importante es que intentemos descubrirla, para que no quede oculta a los ojos de los demás. Ese es nuestro concepto de justicia distributiva. Elástico, moldeable, maleable, imprescindible para tranquilizar ánimos y también para levantarlos. Nunca habrá un acuerdo sobre su equidad. Casi nunca se acierta, juzgando. Donde entran sentimientos y opiniones, a ser parte de los argumentos, coincidimos sólo en apreciar que la Humanidad es una, en su infinita diversidad. Para algunos, ello nos convierte en reos de muerte.