Privilegios de Clase
Saturday, May 31, 2008
La obligación, para el creyente, de aceptar las reglas dictadas por los clérigos, es algo universal en todos los credos. El sacerdote se coloca en un plano superior, tanto en el Hinduismo, donde constituyen la clase privilegiada de los Brahmanes, como en el resto de religiones consideradas, en las que el religioso se auto-incluye como parte de lo sagrado, con notables privilegios en muchos casos.
Entre los parsis, hindúes, sintoístas, taoístas, e incluso judíos, la herencia es decisiva en la fijación de los deberes y privilegios. Esta costumbre también se practica actualmente en algunas sectas que se autoproclaman budistas. Aún cuando Buda rechazaba las diferencias entre humanos. Cuando alguien le preguntaba quién era, siempre respondía. ‘Soy eso que eres tú’. En el Islamismo, los descendientes de Mahoma y alguno de sus parientes, como Fátima y Alí, ocupan puestos privilegiados en la sociedad musulmana, generación tras generación, como una aristocracia congénita.
En el Hinduismo, la preeminencia de la casta de los brahmanes, se justifica, además de por la herencia, por su pretendida cercanía a los dioses.
La conjunción del poder divino con el humano, no es ajena a ninguna religión. El mismo juramento que se ha de prestar al ocupar un cargo político relevante, tiene un contenido, de aceptación y sumisión a lo religioso, evidente en sí.
Una vez consagrados, los modestos monjes budistas del Tíbet, se hacen llamar Lamas(del sánscrito blama), cuyo significado es: superior, o maestro venerable. Ciertos sacerdotes taoístas se convierten en‘ celeste maestro’. Su Santidad el Papa Romano, tras su coronación, pasa a ser, al mismo tiempo, Vicario de Cristo, representante de Dios en la Tierra, obispo de Roma y soberano en el Estado Vaticano. Los califas y sultanes islámicos, administran directamente el poder de Dios sobre la Tierra, siendo los guardianes de sus leyes. El Emperador de Japón, no sólo era Sumo Sacerdote, sino dios viviente, descendiente directo de Amateratsu, la diosa del Sol. En Japón, la Casa Imperial japonesa, mantiene su categoría de reyes-dioses, ininterrumpidamente, desde el siglo sexto antes de Cristo, hasta nuestros días.
Los emperadores chinos eran, así mismo, Hijos del Cielo, dioses sobre la Tierra, ejerciendo al tiempo el papel de Sumo Sacerdotes. Este privilegio, está ya documentado desde la Edad de Hierro en China. Unos mil años antes de Cristo, en la que, los emperadores de la Dinastía Chan, ofrecían los sacrificios imperiales de fin de año a los espíritus del Cielo y la Tierra. Los reyes cristianos de Europa, ostentaban su poder por la Gracia de Dios y, aún hoy día, en Suecia, Holanda e Inglaterra, son cabeza de sus iglesias nacionales, reuniendo en sí la máxima representación política y religiosa. Los reyes católicos son consagrados por la jerarquía eclesiástica. Si ésta les retirase su apoyo, mediante la excomunión, los fieles católicos quedarían excusados de la obediencia al rey. Así que éste ha de tenerlo bien presente: Juntos, hasta el Cielo; separados, al Infierno.
Estas vindicaciones místicas, trasladadas a los herederos de los fundadores religiosos, como en el caso de los privilegiados descendientes de Mahoma, dan origen a verdaderas dinastías reales, apoyadas en fundamentos y justificaciones religiosas, que se cultivan y renuevan a través de las generaciones. Quienes se creen pastores, están situándose, ellos mismos, fuera del rebaño. ¡Cuánto debe reírse el Ser Supremo, en su cielo, oyendo la cantidad de incongruencias que los auto iluminados anuncian en su nombre!