Ciencia. Supersticiones
La ciencia como excusa para la superstición

En internet, parece que triunfan las tesis racionalistas, y que las supersticiones son cosa anticuada. Sin embargo, lo cierto es que la ciencia se ha convertido ya en numerosas ocasiones en el germen o la débil excusa para la creación de unos cuantos de cultos bastante extraños.

El escritor y científico Arthur C. Clarke aseguró en una ocasión que la ciencia lo suficientemente avanzada parece magia para los legos. En esa confusión entre lo científico difícil de entender y lo mágico se mueven muchas de las creencias de nuevo cuño, que se aprovechan de un lenguaje pseudocientífico para dotarse de una verosimilitud a la altura de los tiempos.

Aunque sea una tendencia moderna, el uso de la ciencia como "dignificador" de las religiones heterodoxas dio comienzo ya en el siglo XIX, con la aparición de la Ciencia Cristiana. Un grupo que consiguió cierta extensión en Estados Unidos desde que fuera fundado en 1879, y que sobre todo gozó de prestigio por sus obras sociales y la extensión de algunos de sus medios de comunicación, como el Christian Science Monitor -luego adquirido por los Moon-.

El culto de este tipo que más espacio ha ocupado en los medios en los últimos tiempos es el Movimiento Raeliano. Fundado en 1975 por el francés Claude Vorilhon, que adoptó el sobrenombre de Rael, considera que la humanidad procede de una raza extraterrestre, los Elohim, para cuya próxima venida es conveniente irse preparando. Con el fin de estar preparados para entonces, los raelianos supuestamente han invertido en ciencias biológicas, con las cuales preparar sus cuerpos para el viaje extraterrestre que les espera rumbo a un paraíso donde los Elohim proporcionarán placeres sexuales sin cuento.

Todo esto ha cristalizado, entre otras cosas, en la defensa de los raelianos de la clonación humana. Han fundado la única empresa del mundo dedicada a este fin, Clonaid, y aseguran haber duplicado a trece niños hasta el momento, uno de ellos tomando las células de un cadáver fallecido cuatro meses atrás en lo que proclaman un primer avance científico hacia la inmortalidad. El laboratorio de los raelianos ha pasado por lugares como Costa de Marfil y las Bahamas.

Las tesis de la iglesia de la Cienciología apuntan a un territorio más relacionado con la psicología. Fue fundada en 1950 por L. Ron Hubbard, un ex escritor de ciencia ficción que combinó conceptos de la literatura popular de la época, para crear primero una especie de psicología alternativa llamada dianética y luego convertirla en una iglesia.

La idea básica de la dianética es que el hombre no puede alcanzar sus potenciales debido a su carga de "engramas", traumas tanto del comienzo de la propia vida como arrastrados de existencias anteriores. A través de una serie de sesiones de auditación -con un coste económico-, por medio de un aparato conocido como e-metro, el adepto se va limpiando para, en teoría, llegar a un estado superior, con el objetivo final de vivir más armónicamente con el cosmos. El cómo todo esto se convierte en un culto es algo confuso, por cuanto pese a anunciarse como "iglesia", la cienciología niega ser una religión y asegura ser compatible con las restantes religiones; por tanto, su deseo de ser inscrita como religión parece ser de carácter más bien fiscal.

La cienciología parece más respetable que la mayor parte de este tipo de cultos por su organización, a la manera de una empresa multinacional estadounidense, y por el gran número de actividades paralelas que desarrolla, así como por la militancia en sus filas de celebridades como Tom Cruise o John Travolta. Sin embargo, ha sido repetidas veces perseguida en diferentes países como Francia, Alemania y Grecia, y una rápida consulta a las asociaciones que luchan contra los cultos destructivos muestra numerosas denuncias de manipulación y estafa en su contra.

Antes que las creencias científicas "reales", por supuesto, las que generan más interés para la creación de sectas son las paracientíficas. En un batiburrillo de casi todas ellas -visitas extraterrestres en el pasado, saberes arcanos, hermandades secretas, poderes paranormales- basa su atractivo el grupo Nueva Acrópolis, muy presente en todas las ciudades españolas a través de la cartelería de sus periódicas conferencias. Fundado en Argentina en 1957 por Ángel Livraga, detrás de su apariencia de grupo interesado por la filosofía, la mitología y los misticismos orientales hay parafernalia paramilitar, una ideología poco amiga de la democracia -su saludo interno es el clásico fascista- y una estructura piramidal de las de toda la vida.

Quienes disputan el título de reyes de la cartelería urbana psicotrónica a Nueva Acrópolis son en estos momentos los seguidores de Hercólubus, el planeta que destruirá próximamente la Tierra según las visiones del colombiano V.M. Rabolú. Por el momento, las visiones en torno a Hercólubus -cuyo paso se ha retrasado ya al menos tres veces- han dado lugar a un pequeño negocio editorial y a grupos dispersos.

En general, los creyentes en la ufología parecen tener el peligro de terminar por deslizarse por la pendiente del sectarismo si tenemos en cuenta la cantidad de "gurús" que se muestran dispuestos a garantizar una plaza hacia un civilización superior, a través de grupos como Humanidad Solar, el Instituto Cosmo-biofísico de Investigaciones o el tristemente famoso Centro Esotérico de Investigaciones de Vicente Lapiedra Cerdá, varias veces desarticulado por la policía tras encausar a su fundador por inducción a la prostitución, perversión de menores, intrusismo profesional etc. Lapiedra prometió llevar a los suyos al planeta Delhais, pero terminó en la cárcel.